Dieciséis niñas se reúnen tres veces por semana en un colegio del sur de Bogotá para quemar los conflictos con el ritmo. Se llaman ‘Chicas de Fuego’ y, gracias a sus movimientos, la convivencia está que arde. El fuego es transformación, es fuerza, es mística. Por eso, cuando las ‘Chicas de Fuego’ suben a un escenario hipnotizan con su baile que para ellas es mucho más que una simple afición, es su opción de vida.

Las historias de estas 16 bailarinas se entrelazaron cuando la profesora Diana Susa decidió crear un grupo de danza para combatir la agresividad que existía en su colegio, Los Comuneros Oswaldo Guayasamín de la localidad de Usme.

“Todo comenzó hace tres años cuando llegué a este colegio y me di cuenta de los problemas de convivencia que existían, especialmente entre las niñas. Así que decidí hacer de mi amor por el baile un proyecto que ayudara a mis estudiantes” dice Diana, una joven docente de primaria y bailarina empírica que hizo de los vídeos de Youtube su mano derecha para cambiar entre sus alumnas la violencia por el arte.

A las 5 p.m. todos los lunes, miércoles y viernes, las ‘Chicas de Fuego’ llegan al salón de ensayo. Una tela blanca proyecta el vídeo que previamente la profe Diana ha buscado en internet y, tras un breve calentamiento, cada una toma su posición y empiezan a ensayar.

“Lo que nos gusta es que las coreografías exigen mucho de uno. Pasos marcados y movimientos intensos” dice Estela Prieto, una de las primeras niñas en hacer parte de este grupo que ya se ha convertido en una referencia en su colegio y también en la localidad, hecho que a ellas las llena de orgullo y ganas de seguir adelante.

Catarsis a ritmo de hip hop
Alexandra Moreno, a quien todos de cariño le dicen Mayi, mira fijamente al espejo y empieza a mover su cuerpo a ritmo de hip hop. Es una de las niñas más talentosas del grupo y cada uno de sus finos pasos lo comprueba. “La hubieras visto cuando llegó. Le gustaba el baile pero no se sabía mover muy bien. Mírala ahora, y eso no es lo único que ha cambiado» dice la profe Diana con el brillo en la mirada que tienen las madres cuando sus hijos las llenan de orgullo.

Detrás de la delgada figura y dulce mirada de Mayi, es difícil imaginar una persona conflictiva pero “algo había de eso”, dice la joven un poco sonrojada. “El ambiente en el colegio no es fácil y toca defenderse –comenta Mayi-. Pero la profe nos ha enseñado a calmarnos, a pensar antes de actuar, entonces uno ya no se va a los golpes sino trata de solucionarlo de otra manera o ponerle atención”.

Como dice la maestra Diana, a más de una de sus niñas les ha tocado asumir responsabilidades antes de tiempo, y es por eso que en ellas el baile y la música se han convertido en el mejor de los salvavidas. En cada uno de sus pasos y coreografías, las ‘Chicas de Fuego’ purifican su espíritu transformando en pasos y arte, la rabia, el dolor y la tristeza que algunas llevan por dentro.

Es por eso que canciones como ‘La Bella y La Bestia’, que aborda la violencia de género y ‘¿Por qué me pega?’, que habla sobre la relación madre e hija, hacen parte de sus presentaciones. “Alguna vez, una jurado de un concurso me regañó porque le pareció el colmo que las niñas se jalaran el pelo en el escenario. No entendió que esa también es una forma de expresar lo que a ellas como adolescentes les duele y también, de paso, generar conciencia entre los jóvenes que ven el montaje”, comenta Diana.

Por donde pasan estas adolescentes dejan huella. No sólo por sus mezclas de pop, música tradicional, electrónica y hip hop, también porque a más de uno le sorprende lo competitivas que son sin tener ayuda de un instructor profesional de baile.

“Cuando las vi en el escenario pensé que iban a ganar, en realidad son muy buenas”, dijo Óscar Gómez joven integrante de ‘Free Dance’, grupo de baile del colegio Don Bosco II que, junto con las ‘Chicas de Fuego’, participó en el tercer Festival Local de Danzas de Usme organizado por el colegio Federico García Lorca.

En aquella ocasión ocuparon el tercer lugar y estaban contentas. Este reconocimiento, se suma a otros que ya tienen en su recorrido. Uno de los más importantes fue el viaje a la Isla Gorgona que recibieron el año pasado por el convenio entre la Alcaldía Local de Usme, Aviatur y la Secretaría de Educación del Distrito que premió iniciativas culturales de los colegios oficiales de Bogotá.

“Esto se ha convertido en una familia, así que todo lo recibimos con los brazos abiertos (…) Si tuviéramos un experto a nuestro lado, volaríamos”, comenta la profesora que, al sur de Bogotá, les ha dado licencia para soñar a un grupo de adolescentes que esperan poder recorrer el mundo con su baile.

Fuego que enciende, que crea, que impulsa
Las ‘Chicas de Fuego’ son un buen ejemplo del poder que tiene un pequeño empujón: lo que empezó como un grupo normal de baile, se transformó en un círculo de amor, en un estilo de vida, en una herramienta para transformar vidas.

“Es mucho lo que han cambiado estas niñas: desde su forma de arreglarse, de hablar, de ver el mundo y creo que eso vale la pena” señala Diana, a quien le gustaría tener dinero para poder impulsar profesionalmente a sus chicas. Pero, como no puede, por lo menos espera poder ayudarlas con el formulario de inscripción para que se presenten a la Facultad de Artes de la Universidad Distrital, lugar al que está segura pueden pasar. “Son muy buenas”, enfatiza.

Aunque estas 16 bailarinas son conscientes de que hacer realidad el sueño de vivir de su arte no es tarea fácil, cuentan con el apoyo de su familia y otras personas que al verlas en acción se han unido a la causa. Sus trajes negros con dorado fueron regalo de un diseñador que, cuando las vio, se enamoró de ellas y decidió ayudarlas. Su mix de canciones es una donación de J Mendoza, un cantante urbano en ascenso que no sólo les ayudó a mezclar sus pistas, sino que también las invitó a hacer parte de su vídeo musical ‘No te puedo olvidar’.

“Si esto es lo que les gusta a ellas, hay que apoyarlas. Es mejor que estén aquí ensayando y no por ahí por la calle buscando problemas o dejándose endulzar el oído por un hombre”, dice don Gustavo Prieto, un hombre que trabaja en construcción y que, tras largas jornadas de trabajo, sale a recoger de los ensayos a Estela, su hija. Está cansado pero una parada más antes de llegar a casa no es ningún sacrificio cuando se trata de ayudar a forjar los sueños de su pequeña.

Poco a poco las ‘Chicas de Fuego’ van uniendo fuerzas para seguir adelante. Ninguna ha desistido de este sueño y aunque ya se graduaron del colegio, como Marianela Castillo, continúan asistiendo sin falta a los ensayos. Las chicas dicen que su nombre nació porque el fuego es fuerza y eso precisamente son ellas, una llama compacta llena de vida e ímpetu que no se detiene y que cautiva a todo el que tiene la fortuna de conocerlas y verlas en escena.

Por: Paula Andrea Fuentes
Foto: Julio Barrera